¿Por qué seguimos buscando tiempo para hacer deporte, cuando es el deporte el que nos da más tiempo (de vida)?
La exigencia de la demanda actual de nuestra vida nos lleva a pensar que dentro de la rutina familiar no queda mucho espacio para integrar la práctica deportiva. Lo que aún no hemos entendido es que precisamente de ahí obtenemos el oxígeno que necesitamos para mantenernos vivos diariamente en esa rutina.
Las familias existen en diferentes formatos, atendiendo a sus roles y funciones, pero sabemos que el principal valor son las relaciones, que son afectivamente insustituibles.
Por eso, independientemente de la etapa del ciclo de vida en la que se encuentre la familia, el deporte siempre puede funcionar como una plataforma unificadora y de acercamiento.
Estos momentos de compartir nos humanizan porque aprendemos a comunicar nuestras necesidades y dificultades de manera más efectiva, nos frustramos, nos apoyamos y celebramos juntos la superación individual de los miedos de cada uno.
Hacer deporte es tiempo invertido, y en familia es además un espacio de vinculación, un estrechamiento de lazos y la creación de recuerdos.
Como padres soñamos lo mejor para nuestros hijos, deseamos que integren desde temprano hábitos que puedan influir positivamente en sus elecciones y estilo de vida en el futuro. Y la verdad es que aquí, en este contexto de excelencia, tenemos la posibilidad de que comiencen a tomar sus primeras decisiones de manera autónoma, aprendan el concepto de entrega, de persistencia y de felicidad al sentirse esencialmente capaces.
¿Qué mayor legado podemos dejar a nuestros hijos que la apropiación vivida de competencias que nos hacen, en última instancia, siempre mejores personas?
El deporte nos da mucho más de lo que podemos imaginar.
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